jueves, 13 de marzo de 2008

Vacaciones de Semana Santa.

¡Por fin vacaciones!.
Ya estamos a un pasito de vacaciones de Semana Santa. Y no sé Tú, pero Yo parezco niña de primaria, estos días se me han hecho eternos y parece que no pasan las horas para llegar al Domingo.
Afortunadamente voy a tener toda la próxima semana libre, y aunque no vamos a salir a ningún lado, ya se me queman las habas por poderme levantar tarde, olvidarme del metro y estar en casa todo el día.

Cuando era niña siempre pasábamos estos días en el pueblito donde nació mi Ma'. Se llama Jocotitlán, Estado de México, se llega por la carretera vieja a Querétaro, y está pasando Ixtlahuaca y antes de llegar a Atlacomulco.
Ahorita ya no es un pueblo tan pequeño, pero hace como 25 años ni siquiera tenía luz eléctrica, no había señal de televisión, se escuchaban los coyotes aullar en las noches, y las lechuzas le daban un toque misterioso a las madrugadas. Como está en las faldas de un cerro, casi siempre hacía frío, pero era parte de lo bonito del lugar.

La Semana Santa allá era particularmente aburrida para una niña de ciudad como lo era Yo, cierto es que siempre encontraba algo que hacer, me iba con alguno de mis primos al monte, trepábamos arboles, caminabamos por las milpas, corría, me empuercaba y me cansaba como si fuera manda, pero en algun momento tenía que regresar a casa, ya sea por hambre, cansancio o porque el sol estaba apunto de irse a dormir, entonces la casa de mi Abue se convertía en un verdadero sacrificio.
Ella, como la gran mayoría de la gente del pueblo, era una persona sumamente religiosa y apegada a los preceptos de la Iglesia, así es que durante está semana había una cantidad barbara de prohibiciones. No se podía correr por la casa, ni poner música, las carcajadas estaban casi penalizadas, se rezaba casi todo el día, se hablaba con voz baja, se respetaba el ayuno y practicamente todo el día era para estar en la Iglesia, y bueno, que decir de los días mayores, Jueves y Viernes el pueblo en general estaba casi muerto. Las tiendas estaban cerradas, ni por error había una carnicería abierta, es más, el rastro ni siquiera trabajaba, a donde quiera que fueras solo se escuchaba silencio y solemnidad.
Sin embargo, era bonito.

El Via Crucis del viernes era una ceremonia muy larga, se hacía -y todavía se hace- en el atrio de la Iglesia, pero no se representaba con personas, si no con las tremendas imagenes de los Santos. Recuerdo que se necesitaban varias personas para poder cargar al Cristo, y para representar las tres caídas se ayudaban de cuerdas y poleas.
La gente se amontonaba por todos lados, lloraban, sufrían, oraban y se dolinan con la ceremonia de una manera conmovedora. No importaban las largas horas bajo el sol, el cansancio, ni el ayuno, lo único realmente importante era acompañar al Nazareno el mayor tiempo posible, incluso había quienes pasaban toda la noche velando en el sepulcro, rezando implorando misericordia y consolando a María.

El Sábado ya era otra cosa, acostumbraban el mojadero de casi todos lados, y la verdad es que era un riesgo salir a la calle porque no sabías por donde te iba a llegar la primera cubetada de agua, por fin se volvía a escuchar ruido, risas, música y vida. Los negocios volvían a abrir sus puertas, la alegría regresaba a las calles y las felicitaciones por la Pascua se escuchaban por todos lados.
Era como si todo renaciera otra vez, como si se hubiera despertado de un encantamiento, o como un despertar a la realidad.

Con el paso de los años las generaciones de abuelos han ido muriendo, la solemnidad y el sacrificio ya no se lleva a grados tan fúnebres, los negocios no se permiten ni un día de perdidas, los nuevos padres y los nuevos hijos ya no dejan a un lado la televisión, la radio o la Internet por estar en la Iglesia. En fin, todo se ha hecho más flexible, aunque si te he de ser sincera, creo que perdió algo de magia.
La ceremonia del Via Crucis sigue siendo tal y como la recuerdo (según me han dicho mis primos, porque Yo llevo como 18 años sin ir), pero ahora ya tiene hasta afluencia turística, el pueblo ha crecido mucho y creo que ya hay hasta Hotel para los visitantes, eso sí, es imposible llegar con el auto hasta el centro porque aquello es un mundo de gente, así es que si quieres visitarlo hay dos opciones: o llegas desde un día antes, o super temprano el Viernes.

Nunca he tenido la oportunidad de llevar a mi Bamboo por allá en estas fechas. Aveces por trabajo, otras por economía, ahora porque no hay coche y, además porque ya no tenemos casa allá, o simplemente porque queremos descansar en casa y disfrutar de la Ciudad; pero si Tú tienes la oportunidad de visitar ese rinconcito de México, date una vueltecita y platicame cómo te fue , ¿ok?.

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