martes, 19 de febrero de 2008

¡Que día! ...

¿No te ha pasado que hay días que parece que te levantas con el pie izquierdo?...
Para mi hoy fue uno de esos días.

Todo empezó a las dos de la madrugada. Por fin me disponía a dormir, después de un día de tos, temperatura y nariz tapada, cuando recordamos que no se había llenado el formato de registro para la prepa de Bamboo. Y ni modo, a ponerse lentes y empezar a trabajar porque lo tenía que entregar a la primera hora de clases. Entre la ordenada y búsqueda de opciones nos dieron las cuatro y media de la mañana.

Como era de suponerse, me quede dormida. Entro a trabajar a las nueve de la mañana, y me levante hasta las ¡siete cincuenta!, lo bueno fue que me había bañado en la noche -¿qué si no?-. Me puse lo primero que encontré, me medio arregle, me tome media taza de café y logre estar en la calle a las ocho quince. Creí que todo se iba a normalizar, cuando mucho tenía calculado llegar diez minutos tarde, pero creí mal.

El metro fue un verdadero desastre. Primero para trasladarme de Coyuya a Salto del agua el vagon iba más apretado que una lata de sardinas. Después, para transbordar a la Línea 1, me encuentro con la sorpresa de que todo el anden estaba que tiraba gente porque la marcha de los trenes estaba muy lenta a causa de una falla mecánica y el tiempo aproximado de espera para abordar uno era de 25 minutos... ¡¿25 minutos?!... ¡como crees!..., si ya eran veinte para las nueve, y todavía de Cuauhtemoc (que es donde me bajo) al trabajo tengo que caminar como 15 minutos o tomar un taxi. Pues voy para afuera, ¡que horror!, ¿has tratado de conseguir un taxi a esas horas en Av. Chapultepec?... no te lo recomiendo, tarde 20 minutos en lograrlo, y luego, el tráfico. Por fin llegue al trabajo, hasta las nueve treinta y ocho, pero llegue.

¡Ah!, pero ahí no acaba la odisea del día. Deje un par de pendientes el sábado, que tuve que cubrir hoy, por consiguiente se me atraso lo de hoy y tuve que usar mi hora de comida para ponerme al corriente; ya tenía planeado ir a hacer unos pagos justamente a la hora de la comida, pero ya no me daba tiempo porque se encimaba con una cita que había a las tres, así es que pude ir al Banco hasta las tres cuarenta y cinco, y ya te imaginaras, había una tremenda filototota, que parecía desafío a la paciencia; ¡por fin!... 48 minutos después logré llegar a la ventanilla, ¿y para qué?..., pues para que me dijeran que no me podían hacer los cobros porque no había sacado el papelito del turno, ¿entonces para que carambas sirve la fila única?... Total, un alma caritativa me cedió su turno para que pudiera ir por el dichoso papelito y no tuviera que formarme de nuevo, así es que una hora después lo había logrado, estaba de regreso en el trabajo.

Todavía hay más, se supone que salgo de trabajar a las siete, o seis de la tarde si no hay trabajo, pues hoy termine y me pude retirar hasta las siete treinta. Y empieza de nuevo la batalla con el transporte público; del trolebus no tengo queja, pero el metro, ¡bendito metro!, definitivamente es mi coco, estaba llenisimo, como que era la hora pico, y ¿adivina?... Siiiii, con marcha lenta por fallas en los trenes. Pero por fin llegue a casa, dos horas después de lo acostumbrado, pero lo logré.

Para cerrar con broche de oro, se atraso la cena, la bañada y la última platiquita, tanto que todo este rollo te lo iba a platicar ayer (18 de Febrero) y ve a que tremendas horas lo estoy publicando. Pero que no se diga que te falle este día, tarde, pero aquí estoy.

En fin, esperemos que mañana, mejor dicho "al rato", nos pinte mejor.

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