lunes, 7 de abril de 2008

Adiós Tito.

Bonito inicio de semana.

Hoy estoy algo triste.
Después de dos años y medio, hoy nos dejo Tito.
Era el hamster de mi Bamboo, y a pesar de que a mi no me gustan mucho los roedores, este panzón me robo el corazón.

La verdad es que era un estuche de monerías, era muy juguetón, inquieto y comelón con ganas. Se escapó varias veces de su jaula, pero el sinvergüenza siempre regresaba a tiempo para la cena. Le encantaban las golosinas y en cuanto alcanzaba a oler una galleta, o escuchaba el ruido de una bolsa de frituras, se hacía presente en el vidrio de su casita para convencernos con piruetas, saltitos o carita de "por favor, siii", de que le compartieramos un pedacito.

Nos acostumbramos tanto a tenerlo presente en nuestra vida que todos nos despedíamos de él antes de irnos al trabajo o la escuela, y siempre al regresar le ibamos a decir hola.
Llegó con nosotros de una semana de nacido, ¡te imaginas!, era una bolita de pelos tan chiquita que se podía salir de su jaula por entre los barrotes.

Originalmente lo compramos porque Bamboo tenía que hacer un experimento en la escuela. Yo pensé que lo iba a disecar, pero se trataba de ver sus cambios de ánimo, actividad y alimentación, al administrarle diferentes antihistaminicos en el agua; tengo que admitir que Bamboo nunca hizo los experimentos, porque de lo contrario Tito no hubiera sobrevivido más allá de dos o tres meses, como le sucedió a los hamsters de sus compañeros, pero preferí dejarme engañar con el cuento de que este suertudo si había sobrevivido.

Siendo un hamster, estábamos bien consientes de que estaba viviendo en tiempos extra pues, según el veterinario, su promedio de vida era de año y medio, y nos duró un año mas.
Sin embargo el golpe no dejó de ser doloroso, especialmente para mi pequeña; ella lo alimentaba, limpiaba, apapachaba y jugaba con él un ratito todas las noches, y por lo mismo fue ella quien hizo el fatal descubrimiento hace unas horas.

Es difícil explicar su tristeza, lloró tanto que los ojos se le hincharon horriblemente, sus carcajadas y cotorreos de la cena se transformaron en un silencio absoluto, y su carita no podía reflejar más que el dolor por la perdida de su animalito. Y creo que fue eso lo que a mi me dolió más.
La sentí tan desconsolada, triste e impotente, que fue como volverla a ver pequeñita, y lo único que pude hacer fue abrazarla, tratar de consolarla, hacerme la fuerte y conseguirle una cajita para enterrar a Tito.

El pequeño panzón ya está descansando bajo la sabila de la entrada, mi pequeña por fin logró conciliar el sueño, mi Chaparrito ya terminó de recoger la tierra y los utensilios necesarios para el entierro, y Yo ya termine de levantar la casita, los juguetes, el bebedero y el alimento de Tito.
Y ya con todo esto en orden, me puedo sincerar para decirte que también le regale un par de lágrimas de despedida, mascota o no, nos dio muchos ratos de risa y alegría, y a querer o no también era parte de la familia, ¿no crees?...

No hay comentarios: